la vaca caída

La vaca llegó a los Corrales Walton de Kentucky una mañana de setiembre. Después de que los otros animales fueron bajados del camión, a ella la dejaron sola, incapaz de moverse. Para hacerla bajar, los empleados de los Corrales Walton le pegaron, la patearon y le aplicaron descargas eléctricas en la oreja. Le colocaron una cuerda alrededor de su cuello, ataron el otro extremo a una columna y pusieron en marcha el camión. La vaca se deslizó en el piso de la carga del camión y cayó a la tierra sobre sus patas traseras y con la pelvis rota.

Ahí quedó tirada gritando de dolor. El único cuidado que recibió fue un poco de agua que le dio Melie, una activista por los derechos de los animales, que había sido contactada por una mujer que fue testigo del incidente. El operador del corral informó a Melie que él mismo mataría a la vaca después que ella se fuera.

Cuando Melie regresó, el corral estaba desierto pero la vaca todavía estaba viva, rodeada de perros que la estaban atacando. La vaca tenía marcas de mordeduras y alguien le había quitado el agua. Los dos veterinarios que por allí estaban se negaron a darle la eutanasia a la vaca, argumentando que, para preservar el valor de la carne ella no podía ser asesinada. El matarife finalmente llegó y mató a la vaca con un arma de fuego. El cuerpo del animal se vendió por unos trescientos dólares.

Éste no es un caso aislado. Cada año, miles de millones de animales sufren en las granjas industriales de Estados Unidos. Cada uno de ellos es dolorosamente torturado y matado. Los animales caídos, como se conoce a aquellos que están demasiado enfermos o débiles como para mantenerse en pie, sufren aún más. Ni la industria, ni el Departamento de Agricultura de Estados Unidos toman medidas para que estos animales sean tratados más humanitariamente. Es una práctica estándar que los empleados de la industria encuentren animales caídos, los aten a la parte trasera de una camioneta y los arrastren a un área donde son apilados en espera del matarife.

El trato a los animales caídos demuestra que la industria de la carne no se puede regular a sí misma. Está en manos de la gente el exigir cambios y, para lograrlo, no hay mejor método que negarse a comprar los productos de esta miserable industria.


Ésta fue la historia agonizantemente real de una vaca caída.

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