abuela

Piriápolis lucía hermosa con una noche estrellada y bastante fría.
Terminábamos de armar la carpa con mi viejo cuando suena el celular de repente. Era mi hermana para avisar que la abuela había fallecido hace unas pocas horas en el sanatorio. Todo fue muy rápido, juntamos nuestras cosas... desarmamos campamento y volvimos a la ciudad.

Es cierto... fueron breves los momentos que pasé con mi abuela, pero estoy seguro que en el fondo ella amaba a sus nietos. Recuerdo las charlas en su casita de La Pedrera cuando ya comenzaba a anochecer y nos quedábamos un rato debajo del alero compartiendo momentos llenos de tanta felicidad. O cuando nos tomábamos de la mano para ir cada tardecita, siempre después de merendar, a los juegos de goma que habían enfrente.

La vida no me dejó estar con ella durante los últimos años, pero sí me dejó ver a una abuela que me demostrara todo su amor cuando mi hermana y yo éramos tan solo dos niños aprendiendo a jugar.



Para la abuela Cata, todo el cariño que alguna vez me guardé.
Abuela, me hubiera gustado mostrarte mis cuentos y poemas.